Entendiendo la nocicepción y el dolor a través de los sentidos
“Mayday, mayday (grrrrrrr) – Tenemos un problema”. Esta frase es lo que más o menos le dicen los sensores de dolor (exteriores) a tu cuerpo delante un estímulo dañino o potencialmente dañino.
No tenemos receptores del dolor, ni nervios del dolor ni nada por el estilo. Tenemos unas neuronas en los tejidos (piel) que responden a cualquier estímulo, si es que son suficientemente peligrosos para el tejido.
La activación de estas neuronas especiales envían una señal a la médula espinal y ésta, si la señal es suficientemente dañina, la envía al cerebro. Esta actividad se llama nocicepción.
Por ejemplo, ahora mismo probablemente estás sentado en el sofá, en una silla o si te gusta vivir al límite estás sentado en el wáter.
Esta señal de nocicepción al sentarte se activa, de hecho, se activa continuamente y en todo momento, y es el que te dice si la presión de las nalgas de tus glúteos es demasiada fuerte y, consiguientemente, tengas que moverte.
A pesar que la nocicepción es el desencadenante más común de dolor, no es el único. También hay pensamientos y lugares que pueden hacer saltar esta alarma a tu cerebro, como pensar que te van a sacar sangre o si te explican el proceso operatorio…
Tipos de nociceptores
En cualquier caso, hay alguien que avisa a la médula que algo está pasando: los sensores. Tenemos millones de ellos y están repartidos por el cerebro y por todo el sistema nervioso periférico. Su función es detectar cambios en la actividad por todo el cuerpo humano, los principales son:
Nociceptores mecánicos
Sensores que reaccionan a cambios de presión mecánicas, como cuando recibes un pinchazo o te enganchas el dedo con la puerta del coche.
Nociceptores térmicos
Sensores que reaccionan a cambios de temperatura, como, por ejemplo, cuando estás al caribe y ese calor abre tus poros y empiezas a sudar, o se te ponen los pelos de punta con un golpe de frío (o cuando entra la suegra en casa sin avisar).
Nociceptores químicos
Sensores que reaccionan a cambios químicos, como cuando comes algún alimento alérgico y tu cuerpo reacciona, o te ortigas y tu piel reacciona.
¿Cómo funcionan los nociceptores?
Cuando los sensores reaccionan a un estímulo se abren captando partículas positivas del estímulo exterior y desencadenan un impulso eléctrico. Juntamente a los sensores de tus ojos, oídos y nariz, forman parte de tu primera defensa contra daños potenciales.
El cerebro, con toda la información de estos sensores especializados se encargará de evaluar y construir una historia lo más racional posible, “una realidad”, una aproximación. Por ejemplo, imagínate que te cortas.
El sensor mecánico junto a los sensores del ojo (tu mirada comprueba dónde te has pinchado, profundidad, objeto cortante…), sensores de los oídos (tu madre te había gritado y no prestabas atención al cuchillo), sensores de la nariz (al cortar la cebolla olía a cebolla toda la cocina) envían la señal a la médula y esta al cerebro.
¿Cómo interpreta el dolor tu cerebro?
El cerebro construye su realidad y puede asociar a que el dolor del corte es por una distracción de tu madre y que el corte es su culpa, y que, si el corte ha sido muy traumático y doloroso, siempre que huelas una cebolla te vas a acordar de esta situación y nunca jamás se te olvidará (o no cortarás nunca más cebollas).
Si tienes dolor momentáneo o constante tu cerebro construye una realidad según la información transmitida por estos sensores, de manera que decide actuar acorde a las señales entrantes.
Lo bueno de todo esto es que la vida de estos sensores es muy corta, de pocos días, y son reemplazados por otros rápidamente, por lo que tu sensibilidad a los estímulos está cambiando continuamente.
Este ciclo de vida corta aporta esperanza si tienes dolor ya que tu nivel actual de sensibilidad no es ni será para siempre. El problema es que tu cerebro a lo mejor construye de forma incorrecta lo que se supone que es la realidad, pero que no lo es.
Hemos aprendido que los sensores enviarán la información y que el cerebro hará una aproximación lo más real posible, pero sólo es una interpretación: es muy buen actor.